ARQUITECTURA SALVADOREÑA
(5 épocas).
1 ARQUITECTURA PRECOLOMBINA.
El
Salvador, como el resto de Mesoamérica, estuvo abundantemente habitado
antes de
la llegada de los conquistadores españoles. Hasta donde se ha podido
comprobar,
se trataba de un territorio periférico respecto de otros centros dominantes
relativamente
cercanos como Copán o las ciudades mayas del valle del
Motagua o
de la península de Yucatán en las actuales Honduras, Guatemala y
México.
Esa cercanía de algunos de los centros más brillantes de la civilización
maya no
impidió que El Salvador estuviera poblado por tribus más vinculadas
con los
habitantes del centro de México, por medio de los nahuas.
Como bien
lo
anotaba White (1987), en buena medida de ahí proviene la mayor cercanía
cultural
entre El Salvador y México, que entre México y Guatemala, donde el
arraigo
maya es mucho más profundo.
Lo
anterior es relevante para introducir al menos dos obras o conjuntos de
obras
significativas de la arquitectura precolombina en El Salvador: Chalchuapa
y San
Andrés. Con esto no se quiere ignorar la existencia de otros conjuntos
relevantes
en el
país, tales como Cara Sucia, Cihuatán, Tehuacán o Quelepa.
En
Chalchuapa, justo en la periferia norte y oriente de la ciudad actual, se
encuentran
al menos dos subconjuntos relevantes. El Tazumal, donde en términos
de
arquitectura debe destacarse la composición de espacios llenos y vacíos.
Dos
grandes plazas perpendiculares, donde destacaban estelas y otros elementos
simbólicos,
están conformadas por dos templos piramidales, uno principal y otro
secundario,
que se levantan del nivel principal a partir de la sobre posición de plataformas
concéntricas, todo complementado por un juego de pelota.
En el
ahora llamado valle de San Andrés o Zapotitán, se encuentran también
algunas
de las estructuras más significativas de la arquitectura precolombina del
país.
Primero, el asentamiento de Joya de Cerén, único Patrimonio Cultural de
la
Humanidad en territorio salvadoreño. Se trata de una serie de estructuras:
viviendas, graneros y baños agrupadas por los arqueólogos en tres subconjuntos.
Menos de 5 km al
surponiente de Joya y probablemente vinculados históricamente,
se encuentra el sitio de
San Andrés. Es un conjunto ceremonial, vecino del
mismo río Sucio, donde se
debe valorar el núcleo o acrópolis principal que incluye
una plataforma elevada
rodeada por dos pirámides que aún no han sido completamente
develadas.
Sitio San Andrés, 2016
2 ARQUITECTURA COLONIAL.
La época
colonial en El Salvador se extendió desde la llegada de Pedro de Alvarado
desde
Guatemala en 1524 hasta la independencia formal firmada en 1821, es
decir
prácticamente tres siglos, durante los cuales se produjeron algunas obras de
arquitectura
notables que subsisten hasta nuestros días y de las cuales es posible
hacer una
lectura continua. Se trata de una arquitectura realizada en una provincia
relativamente
marginal dentro del imperio español en el Nuevo Mundo,
poco
vinculada a sus centros de dominio político o a las zonas de mayor producción de
riqueza mineral.
Los
españoles fundaron a lo largo del primer siglo de su dominio en el territorio
cuatro
ciudades: la Santísima Trinidad de Sonsonate, San Salvador, San Miguel
de la
Frontera y San Vicente de Austria y Lorenzana, todas contrapuestas o
complementadas
por los
pueblos de indios de las cuales eran vecinas. La fundación
de dichas
ciudades se enmarcó en lo dispuesto en las respectivas Leyes de Indias
introduciendo
el distintivo patrón de ciudad en damero a partir de una plaza mayor
o de
armas, alrededor de la cual se asentaban las principales autoridades y el
comercio. Para ello, siguiendo un modelo desarrollado en la Europa Mediterránea
se
edificaron modestos portales o corredores techados que integraban los
edificios
a las plazas por medio de un espacio de transición techado pero abierto.
el
comercio. Para ello, siguiendo un modelo desarrollado en la Europa Mediterránea
se
edificaron modestos portales o corredores techados que integraban los
edificios
a las plazas por medio de un espacio de transición techado pero abierto.
Portal de
prunera, San Miguel
Portal Norte, Suchitoto
Uno de
los fundamentos del nuevo poder colonial estaba en la religión que, por
medio de
sus templos, dominaría aquellos nuevos conjuntos urbanos convirtiéndose
en uno de
los tipos más significativos de la producción arquitectónica.
Existen
múltiples
templos coloniales o de matriz colonial en El Salvador de los cuales,
para los
propósitos de este trabajo, interesa concentrarse en tres: San Pedro Apóstol
en
Metapán, el Pilar en San Vicente y San Miguel Arcángel en Huizúcar, sin
querer
ignorar la calidad de otros como la Santa Cruz de Roma en Panchimalco,
Santiago
Apóstol de Chalchuapa, Asunción de Ahuachapán, el Pilar de Sonsonate
o Dolores
de Izalco, así como las iglesias de Conchagua, Citalá o Nahuizalco.
San Pedro
Apóstol en Metapán (1743) es probablemente el templo colonial
de escala
más monumental del país.
El
desarrollo de una nueva especialidad interna en la escala doméstica
habitacional
es el
tercer gran aporte de la arquitectura colonial en El Salvador y probablemente
en toda
América Latina. Al modelo originario de las chozas de tierra
pisada de
Joya de Cerén, los españoles agregarían una tipología de vivienda nueva,
que
todavía subsiste, se repite, renueva y multiplica en la arquitectura
salvadoreña:
la casa
de patio, en dos versiones: la casa rural aislada, heredera del cortijo
español;
y la casa urbana, adosada, que configura las cuadras de aquel trazado
regular. Todas eran variaciones probadas en la península de la casa mediterránea
cuya
matriz griega y romana ya había descrito Vitruvio en el siglo I a. de C.
y que los
árabes enriquecerían incorporándoles agua y naturaleza.
Quedan
muy pocos ejemplos de la vivienda rural colonial original.
Patio de alcaldía, suchitoto.
3 ARQUITECTURA REPUBLICANA.
El
advenimiento de un El Salvador independiente podría oficialmente marcar el
inicio de
una nueva etapa en el desarrollo de su arquitectura. Sin embargo, aunque
es fácil
identificar la independencia política formal en el marco de Centroamérica
es menos
evidente puntualizar el surgimiento de una arquitectura propia
del nuevo
Estado, fuera de los lineamientos de la matriz arquitectónica colonial.
No es
sino hasta la consolidación del nuevo Estado nacional, laico y liberal hacia
1880 que
se puede decir que surgen nuevos tipos arquitectónicos o variaciones
significativas
sobre los tipos coloniales. Eso sí, todas las arquitecturas que aparecen
entre esa
fecha y 1950 tienen en común el recurso del lenguaje historicista
en sus
modalidades neoclásica, neogótica, neocolonial y otras.
Dentro de
los edificios civiles destacan los nuevos teatros nacionales de Santa
Ana, San
Salvador y San Miguel, como los ejemplos más elaborados de una arquitectura
ecléctica
de fuerte arraigo en el neoclasicismo. El Teatro Nacional de Santa
Ana
(1904) probablemente sea el caso más relevante. Diseñado y construido
por los
italianos hermanos Durini (Herodier, 1997) se vincula claramente a otros
teatros
en Costa Rica y Ecuador que los mismos diseñarían durante su dilatado
ejercicio
profesional en América.
Una
segunda tipología destacada es la de los palacios municipales, y nacional,
que se
fueron construyendo en las diversas ciudades frente a la plaza principal de
acuerdo
con la norma colonial, haciendo despliegue de lenguajes neoclásicos más
o menos
depurados. Subsisten algunos ejemplos tales como las alcaldías municipales
de Santa
Ana, Usulután y Chalatenango, el Palacio Nacional, el «Castillo»
de la
Policía y la Escuela Normal de San Jacinto, luego Casa Presidencial.
Una
segunda tipología destacada es la de los palacios municipales, y nacional,
que se
fueron construyendo en las diversas ciudades frente a la plaza principal de
acuerdo
con la norma colonial, haciendo despliegue de lenguajes neoclásicos más
o menos
depurados. Subsisten algunos ejemplos tales como las alcaldías municipales
de Santa
Ana, Usulután y Chalatenango, el Palacio Nacional, el «Castillo»
de la
Policía y la Escuela Normal de San Jacinto, luego Casa Presidencial.
En los
barrios esencialmente habitacionales del centro de San Salvador, aparecen
interesantes
variaciones del modelo de vivienda colonial, no tanto por la introducción
de una
nueva espacialidad como por los ensayos con nuevos materiales y
sistemas
constructivos. Así, después de los devastadores efectos de los terremotos
de San
José (1873) y de los sismos asociados con la erupción del volcán de San
Salvador
(1917) se multiplica en San Salvador, y un tanto menos en el resto de
ciudades
del país, el uso de sistemas prefabricados, más livianos, muchas veces
asociados
con nuevos productos industriales como tubos, perfiles, lámina, mallas
y
planchas metálicas.
Castillo de la Policía.
Una
segunda tipología destacada es la de los palacios municipales, y nacional,
que se
fueron construyendo en las diversas ciudades frente a la plaza principal de
acuerdo
con la norma colonial, haciendo despliegue de lenguajes neoclásicos más
o menos
depurados. Subsisten algunos ejemplos tales como las alcaldías municipales
de Santa
Ana, Usulután y Chalatenango, el Palacio Nacional, el «Castillo»
de la
Policía y la Escuela Normal de San Jacinto, luego Casa Presidencial.
En los
barrios esencialmente habitacionales del centro de San Salvador, aparecen
interesantes
variaciones del modelo de vivienda colonial, no tanto por la introducción
de una
nueva espacialidad como por los ensayos con nuevos materiales y
sistemas
constructivos. Así, después de los devastadores efectos de los terremotos
de San
José (1873) y de los sismos asociados con la erupción del volcán de San
Salvador
(1917) se multiplica en San Salvador, y un tanto menos en el resto de
ciudades
del país, el uso de sistemas prefabricados, más livianos, muchas veces
asociados
con nuevos productos industriales como tubos, perfiles, lámina, mallas
y
planchas metálicas.
Siempre
como parte de aquella arquitectura de manufactura más industrial destacan
otras
obras institucionales de mayor escala. Primero, en San Salvador, el hospital
Rosales
(1902),
remate urbano de la calle Arce, que a principios del siglo XX era el eje de
ensanche
poniente de la ciudad. En el hospital, que recuerda la arquitectura imperial
de
ingleses, belgas y holandeses y de los enclaves estadounidenses en el Caribe,
destacan
elementos
como el edificio administrativo central, con terrazas, porches, aleros
extendidos
y torres, los doce pabellones de encamados y la capilla de aire gótico.
4 ARQUITECTURA MODERNA.
Existe un
consenso bastante bien establecido entre los historiadores de que la modernidad
política
se establece en el país a partir de 1948, más puntualmente con
el
advenimiento de la nueva Constitución de 1950. Esta carta magna, entre otras
rupturas,
consagra el rol del Estado como promotor del desarrollo, la propiedad
privada
en función social y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres (Turcios,
1990;
Baloyra, 1986). Dicho período concluiría violentamente con la Guerra
Civil
(1980-1992), que abre una nueva fase histórica que se prolonga hasta
nuestros
días. Adelante se discute la producción arquitectónica en El Salvador
durante
ese período de poco más de treinta años.
El
advenimiento de la modernidad arquitectónica.
Edificio ex Banco Salvadoreño.
La
modernidad arquitectónica en El Salvador puede leerse a través de varios casos
representativos
que, a riesgo de dejar de lado otras obras notables, permiten leer un
conjunto
de cualidades valiosas, permanencias, que caracterizan el modo de hacer
arquitectura
en el país.
5 ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA.
Analizar
la producción de arquitectura de El Salvador en los últimos veinte años
representa
un reto, no tanto por la dificultad de delimitación temporal, que inicia
con la
firma de los Acuerdos de Paz (1992) y se prolonga hasta el día de hoy,
sino
porque el objeto de estudio es demasiado cercano al observador. Este período
que
Samayoa (2002) llama de «reforma pactada» ha evidenciado la aparición de
nuevos
actores y generaciones de profesionales involucrados en la producción de
arquitectura,
así como la desaparición de otros, en un marco de mayor apertura
del país
hacia el mercado y la cultura globales.
La
presencia de profesionales y firmas de arquitectura internacionales con una
importante
producción local ha marcado la arquitectura de El Salvador en los
últimos
veinte años.
En
relación con los profesionales locales, en una línea que devela el gusto
explícito
por la
espacialidad de Barragán y que intenta hacer una síntesis de la volumetría
precolombina
y los patios coloniales, destacan dos obras en particular: el Museo
de
Antropología (MUNA) a cargo de Dada y Altschul (1999) y el Museo de Arte
(MARTE)
de S. Choussy h. (2003).
__-.Arte visual Honduras.-__
TALLER DE MERCED
Carlos
Aníbal Cruz Martínez nace el 28 de enero de 1943 en San Juancito, antigua zona
minera del Distrito Central, siendo sus padres Juan Cruz y Luisa Martínez;
realiza la educación primaria en la Escuela Lempira de Comayagüela y la
secundaria en el Instituto Central Vicente Cáceres, entonces en Tegucigalpa.
Ingresa
en 1964 a la Escuela Nacional de Bellas Artes, cuando tiene 21 años y luego el
mérito de ganar una mención honorífica en el concurso Esso de Centroamérica; en
1966 obtiene el cuarto premio en el III Salón de Pintura del Instituto
Hondureño de Cultura Interamericana (IHCI); en 1967 concluye su profesorado en
dibujo y modelado, al tiempo que gana el segundo premio del salón del IHCI y
participa en la Bienal de Sao Paulo. En 1968 sale para Barcelona con Virgilio Guardiola
y permance hasta 1973, para incorporarse el año siguiente al Taller de La
Merced (1974-1976). En 1996 se conoce su muerte en un hospital cercano a su
alma mater comayagüelense, donde es recordado por su oficio de pintor y
congénita docencia.
1979Durante
su vida artística, Cruz logra experimentar 6 etapas relativamente claras. La
etapa académica, de 1964 a 1969; la barcelonesa, de 1970 a 1973; la mercedaria,
de 1974 a 1976, la posmercedaria, de 1977 a 1979; la ochentina, de 1980 a 1987;
y la final, noventina, de 1988 a 1996.
Su etapa
académica coincide con el paso del arte latinoamericano por la nueva
figuración, con un discurso expresionista protagonizado por José Luis Cuevas en
México y por el grupo La Otra Figuración en Argentina. Son los años internacionales
de Roberto Matta y Julio Le Parc, ambos preocupados por el rol del artista en
la sociedad, los de «El pueblo tiene arte con Allende» en Chile y de «Tucumán
arde» en la misma Argentina, fenómenos que inciden a distintos niveles en el
subcontinente.
Para
caracterizar su etapa académica, uno debería escuchar las palabras del
dramaturgo Francisco Salvador de 1968 y quedar satisfecho: «Aníbal Cruz, con
sus pequeños veinte años a cuestas sufre y transmite inocentemente ese instante
de agonía e insatisfacción. El hambre se le transforma en objetos y
composiciones sublimadas, y el vigor de su mestizaje se sale del lienzo para
entregarse como espíritu permanente. Aníbal Cruz, con sus pobres tres años de
trabajo —prosigue—, agranda el tiempo como si fuera un siglo, y busca
temiblemente el hallazgo, como el perro cariñoso el alimento escondido».
Al
terminar los 60 y a causa de su condición trashumante, pasa a otro nivel visual
caracterizado por un ensanchamiento semiótico, con nuevos significantes se basan
en la escritura fonética y el grafismo infantil. Para entender esto en la obra
cruceña hay que imaginarse muchas influencias y mediaciones, pero con seguridad
debemos relacionarlo con el informalismo de Jean Dubuffet, que deseando hallar
la inocencia primigenia, intenta hallar un nuevo vocabulario figurativo.
1996En lo
estrictamente español y barcelonés, Cruz debe enfrentar tanto la novedad como
el hecho paradójico de que muchos de los artistas importantes se entregaban a
las formas públicas de expresión, dependientes de los museos y de otros
espacios oficiales —a diferencia de los vanguardistas «originales», que eran
hostiles a todo aquello que los asociara a la oficialidad—. Con este espesor
socioestético, la pintura «barcelonesa» de Cruz se vuelve segura, crítica y
espontánea, sin más alternativa que aferrarse a una propuesta heterogénea, con
asiento en lo colectivo más que en lo objetivo.
En el
primer tercio de los 70 Cruz regresa de Barcelona y se incorpora al Taller de
La Merced. Para este momento casi todos los artistas correspondientes al grupo
setentino tienen asumida la consolidación, con sus respectivos aprendizajes
académicos ya definitivos. Si en la etapa anterior, este creador se basa en la
dicotomía lenguaje/realidad, ahora tiene en cuenta una heterorreferencialidad,
dando cuenta de lo objetivo, colectivo y subjetivo. Con la vindicación de esto
último obtiene la carta de ciudadanía para experimentar a todo nivel la obra de
arte, cargando el lienzo de formas misteriosas.
Dante Lazzaroni.
Hijo de
un inmigrante italiano, nació en San Francisco de Yojoa, Cortes, Honduras, el 7
de Julio de 1929. Entre 1945 y 1949 estudio dibujo, modelado, cerámica y Pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes de
Honduras. En 1949 recibe una beca por parte del gobierno para realizar estudios
de pintura, escultura y grabado en la Universidad de San Carlos de México donde
se gradúa en el año de 1954 obteniendo una medalla de plata como Mejor Pasante
de Pintor.
Regresa a
Honduras y desde entonces se dedico a la enseñanza habiendo sido Profesor
destacado de la Escuela Nacional de Bellas Artes, Director de la carrera de
Pintura de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y al mismo tiempo fundador de su propio
taller y escuela de Pintura, habiendo promovido la creación del Taller Dante
Lazzaroni que fue considerado como un momento decisivo en la actividad creativa del entorno y de
encuentro fraterno entre dos épocas , de convergencia entre la experiencia y la
exploración artística.
Su obra
ha figurado en los países de Centroamérica,
México, Estados Unidos y Sudamérica, en la exposición Arte de América y
España en Madrid, en la Fundación FriedrichNaumann en Alemania, Italia, Francia
y otros países de Europa. A lo largo de su carrera artística recibió muchos
honores y reconocimientos internacionales así como el Premio Nacional de Arte
Pablo Zelaya Sierra en 1984, el mas alto galardón que otorga el gobierno de
Honduras a los artistas mas distinguidos que por su trayectoria , aporte a la
cultura y herencia a futuras generaciones es considerado como uno de las mas
claros exponentes de la plástica hondureña.
Obed Valladares
Nació en
Yuscarán, el 4 de mayo de 1955
Escultor
expresionista que pudo abordar con propiedad temas desde literatura nacional hasta lo histórico y lo
étnico. Catedrático de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Realizó estudios de
restauración y rescate arqueológico de cerámica precolombina y colonial en
Panamá. Fue becado por el gobierno de Italia para estudiar en aquel país.
Sus
trabajos fueron admirados en exposiciones personales, colectivas e industriales
a nivel nacional e internacional, obtuvo premios a nivel nacional e
internacional.
En vida expuso sus obras en museos en
Washington, Costa Rica y Tegucigalpa.
Después
de su muerte, sus obras se encuentran en las mas renombradas galerías a nivel
nacional e internacional: Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador,
Bolivia, Holanda, Estados Unidos y Japón.
En 1993
obtuvo el Premio Nacional de Arte “Pablo Zelaya Sierra”
Contrajo
nupcias por primera vez con la también yuscaranense María Julieta Mondragón
Cortés, con quien procreó a la también artista de la plástica Ángela Beatriz
Valladares Mondragón.
Falleció
en el año de 1994.
ESCULTURAS:
Talla directa en mármol.
Rostros.
__-.Arte visual Nicaragua.-__
Rodrigo Peñalba

Nació en
León, Nicaragua.En 1925 estudió pintura en Estados Unidos y México.Luego desde
1933 a 1946 estudió en diversas academias de pinturas.2
Después
de que regresara a Nicaragua, fue nombrado director de la Escuela de Bellas
Artes de Nicaragua (1960–1973). Participó en varias exposiciones nacionales e
internacionales y en varios concursos.El 3 de junio de 1979. Pasó su infancia y
primera adolescencia en León. Hijo de don Pastor Peñalba Argüello, heredó de su
padre la vocación y el oficio de pintor. Bachiller del Colegio Centroamérica de
Granada, marchó en 1925 a México y Estados Unidos a estudiar pintura.
Posteriormente estudió en la Academia de San Fernando de Madrid (1933-1937) en
la Academia de San Carlos de México (1937-1939), y en la Regia Scuola di Belle
Arti, en Roma (1938-41).
Regresó a América en 1946, expuso en Nueva York y
Washington en el gran momento inicial de la Escuela de Nueva York y su pintura
expresionista y figurativa, fue saludada por la crítica estadounidense. En 1948
fue nombrado director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Nicaragua, en
Managua, desde la cual a lo largo de dos décadas (1960-1973), amaestró,
fundamentó, estimuló y organizó el movimiento pictórico nicaragüense. Es el
pionero y el maestro por excelencia de nuestras artes plásticas. Desde 1946
hasta poco antes de su muerte participó en innumerables exposiciones colectivas
nacionales e internacionales, dos retrospectivas y varios concursos. Nutrido
del arte moderno europeo y mexicano, se propuso explorar y expresar la
americanidad y concretar un arte integral (pintura, escultura y arquitectura),
iniciando en Nicaragua el muralismo y el materismo y realizando la pintura
religiosa colonial y el retrato criollo y burgués de los siglos XVIII y XIX.
Fernando Saravia
Fernando
Saravia nació en Managua, Nicaragua en 1922.
Pintor,
Escultor y Docente. Alumno de la Escuela de Bellas Artes desde 1941, bajo la
dirección de Genaro Amador Lira, su maestro de escultura. Pasó a ser profesor
de la misma y a partir de 1948, junto con Rodrigo Peñalba, formaron a la nueva
generación de artistas plásticos nicaragüenses.
Autor de
importantes monumentos escultóricos del país, ha expuesto dentro y fuera de
Nicaragua desde 1955 cuando participó de una muestra de seis artistas
nicaragüenses en la Galería de la Unión Panamericana de Washington, D.C. EUA.
Estuvo presente en el Pabellón Centroamericano en la Feria Mundial de Nueva
York en 1964 con la escultura Pájaro de Fuego. En 1990 el gobierno de Nicaragua
lo distinguió con la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío.
En 1992
Galería Códice organizó una retrospectiva de su obra en homenaje a sus 70 años
de vida. En Enero y Febrero de 1997, como homenaje a sus 75 años de vida y 50
de ininterrumpida labor artística, el Instituto Nicaragüense de Cultura le
concedió la Medalla a la Excelencia, en oro. CÓDICE y el Banco de la Producción
BANPRO editaron el segundo Libro de la Plástica Nicaragüense dedicado a su
obra, con textos de Julio Valle Castillo, el cual fue presentado, junto con una
exposición de obras recientes, en el Centro Cultural Managua. Esta I Bienal de
Pintura Nicaragüense Fundación Ortíz Gurdián también le hizo un reconocimiento
especial. La verdadera vocación de Saravia era la de escultor, que le sirvió
para forjar a otros artistas como Ernesto Cardenal, Noel Flores, Leoncio Sáenz,
Orlando Sobalvarro y Erasmo Moya.
Saravia
fue el único pintor fundador de la antigua Escuela Nacional de Bellas Artes. Su
legado se mantendrá latente en las próximas generaciones a través de la calidez
de su obra.
Armando Morales.
Armando
Morales Sequeira (* Granada, Nicaragua el 15 de enero de 1927 - † 16 de
noviembre de 2011 en Miami, Florida, Estados Unidos) fue un pintor nicaragüense
que ha sido reconocido con el premio Ernest Wolf como el "Mejor Artista
Latinoamericano". Morales ha mostrado su obra a nivel internacional en
diferentes pinacotecas como la Galería Claude Bernard de París, el Museo de
Arte Moderno de México o la Galería Belcher de San Francisco En su país es
considerado una figura relevante de las artes plásticas. También fue
representante de su nación ante la Unesco en los años 1980.
Morales
se mudó a temprana edad con su familia a Managua. Fue desde ese tiempo que
empezaba a mostrar interés por el arte, pues a los 11 años pintaba paisajes
imaginarios. Cursó estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Managua bajo la
dirección de Rodrigo Peñalba A los 19
años fue becado para estudiar en Estados Unidos, pero sería aplazado por no
contar con los gastos complementarios. A partir de 1959 participó en varias
exposiciones internacionales en América y Europa, donde recibió varios premios.
Algunas obras: